Una noche pecaminosa en Formentera
Por José Cotino Escrivá
Formentera, esa isla mágica que nos regala atardeceres infinitos y playas de ensueño, esconde también un tesoro gastronómico que merece ser descubierto: el restaurante Pecador. En mi última visita, tuve la oportunidad de vivir una experiencia culinaria inolvidable de la mano del reconocido chef Nandu Jubany.
Desde el primer bocado, los sentidos se despertaron con una explosión de sabores. Los aperitivos, una auténtica sinfonía para el paladar, me prepararon para lo que vendría después. El pan de payés, crujiente y con un aroma que me transportaba a mi infancia, combinado con la suave mantequilla de cabra de Formentera, fue el preámbulo perfecto. Las olivas miméticas, el cóctel Pecador, el mordisco de caviar Osetra… cada bocado era una sorpresa.

Un encuentro con el maestro
La noche alcanzó su punto culminante cuando el propio Nandu Jubany se acercó a nuestra mesa. Con su carisma y conocimiento enciclopédico de cada plato, nos guió a través de un viaje sensorial único. Nos habló de la inspiración detrás de cada creación, de los productos de proximidad que utilizaban en la cocina y de la filosofía que había inspirado el menú «Experiencia Pecado».

Fue como tener una clase magistral de gastronomía impartida por uno de los chefs más reconocidos de nuestro país. Su pasión por la cocina era contagiosa y nos hizo apreciar aún más cada bocado. Nos recomendó maridar el chuletón de vaca con un vino tinto local, una combinación que resultó ser perfecta. Y para los postres, nos sugirió el «omelette surprise» con toffee de Palo Cortado, una elección que no nos defraudó en absoluto.
Un aperitivo para los sentidos
La velada comenzó con una selección de aperitivos que ya me adelantaron lo que me esperaba. El pan de payés, crujiente y con un aroma que me transportaba a las panaderías de mi infancia, combinado con la suave mantequilla de cabra de Formentera, fue el preámbulo perfecto. Las olivas miméticas, el cóctel Pecador (una creación original de la casa), el mordisco de caviar Osetra… cada bocado era una explosión de sabor en mi paladar.
La sobrasada, cremosa y con un toque ahumado, se combinaba a la perfección con la dulzura de la miel, creando una explosión de sabores en la boca. Era un bocado intenso y adictivo que me sorprendió gratamente.


Especialmente me sorprendió el tomate en tartar y sírvia en escabeche de fruta de la pasión. Dos propuestas arriesgadas que funcionaron a la perfección, demostrando la creatividad y el dominio técnico de la cocina del Pecador. Y qué decir del «tatin» de berenjena, una versión dulce y salada de este clásico francés que me conquistó por completo.
Principales para los más sibaritas
La decisión más difícil llegó a la hora de elegir los principales. La carta del Pecador era una tentación constante, pero finalmente nos decantamos por compartir el chuletón de vaca con «bearnesa» de wasabi. La carne, cocinada a la perfección, se deshacía en la boca y la salsa, una combinación atrevida y deliciosa, le daba un toque único. Acompañamos la carne con unas patatas fritas caseras y una ensalada fresca, el equilibrio perfecto entre lo contundente y lo ligero.
Sin embargo, nuestra curiosidad no pudo más y decidimos pedir también un par de platos más para compartir: el Gallo San Pedro y la Espalda de cordero a la brasa. El Gallo San Pedro, un pescado de roca muy apreciado en la zona, estaba cocinado a la perfección, con una piel crujiente y una carne blanca y jugosa. La espalda de cordero, tierna y sabrosa, se deshacía en la boca con cada bocado.
Cada uno de estos platos era una auténtica obra de arte culinaria, preparada con productos de primera calidad y cocinados con maestría. La combinación de sabores y texturas era simplemente espectacular.
Postres para pecar sin remordimientos
Y para terminar, una selección de postres que pusieron el broche de oro a la cena. El «omelette surprise» con toffee de Palo Cortado fue una auténtica sorpresa, con capas de bizcocho, crema y toffee que se fundían en la boca. El pecado de chocolate-chocolate, como su nombre indica, era un auténtico homenaje al cacao, intenso y adictivo. Y los labios pecadores, una divertida creación con forma de labios, nos dejaron con una sonrisa.

Un ambiente único
El restaurante Pecador es un lugar donde la gastronomía se convierte en un arte, donde los sabores se entrelazan con las emociones y donde cada visita es una experiencia única. La decoración, con un toque sensual y sofisticado, crea un espacio íntimo y acogedor. La música en vivo, que acompaña la cena, añade un plus de emoción y convierte la experiencia en algo verdaderamente especial. Y las actuaciones en directo, que se celebran regularmente, son la guinda del pastel.
Si estás buscando una experiencia gastronómica inolvidable en un entorno mágico, te recomiendo encarecidamente que visites el Pecador. No te pierdas la oportunidad de disfrutar de la cocina de Nandu Jubany y de un espectáculo que te dejará sin aliento.
José Cotino Escrivá